El motivo de que escriba más de vez
en cuando en el blog es porque ya sólo me acuerdo del tabaco muy de vez en
cuando.
Es cierto que a veces cuando hablo
con otros ex fumadores y me dicen que han pasado años desde que dejaron de
fumar y se siguen acordando del cigarro me siento un poco desesperanzada, de
momento la lucha no me está resultando excesivamente dura, y cada vez menos,
pero me da miedo que en algún momento me lo resulte y volver a caer en el vicio
como una idiota.
De momento he de admitir que he tenido ganas
incontables de fumarme un cigarro, pero son ganas controlables y rápidas que
van desapareciendo poco a poco. Es importante ser consciente de que a estas
alturas mi metabolismo no tiene ninguna necesidad física de fumar, es todo
mental, y si soy capaz de controlar mi mente para mil cosas también lo soy
para esto.
Vuelvo a repetir que dejar de fumar
no es un camino de flores y que indudablemente tienes que concienciarte de que
vas a pasar un primer mes lleno de mono, ansiedad y nerviosismo, pero que un
mes no es nada y es menos aun cuando estás salvando a tu cuerpo de enfermedades
atroces para el resto de tu vida (por lo menos de las provocadas o aumentadas
por el tabaco, y cuidado, que no quiero decir que los no fumadores jamás vayan
a enfermar). Si abrimos los ojos ante la realidad el dejar de fumar nos será
más sencillo, tenemos que pensar que estamos luchando en una batalla con el único fin de dejar de hacernos daño a nosotros mismos.
Muchas veces me avergüenzo de mi
misma al haber tenido los típicos comentarios de “ joe, para un vicio que tengo”
, “ de algo me tendré que morir”, “fumando no hago daño a nadie” , pues sí
Palomita, fumando te hacías daño a ti misma…y ya se sabe que sin quererse a uno
mismo, es difícil querer a los demás; siempre he creído que tenía una buena
dosis de amor propio, pero al haber dejado de fumar me he dado cuenta de que
realmente no lo tenía, me estaba maltratando a mí misma. Dejar de fumar me ha
ayudado a quererme más y a sentirme orgullosa de mi misma y de mi forma de
actuar. Para respetar a nuestro entorno, lo primero que tenemos que hacer es
respetarnos a nosotros mismos.
Y aunque toda esta aventura tenga
sus ratos duros es una aventura que se dirige a la liberación de mi cuerpo y mi
mente del veneno, merece la pena, diría incluso que es lo mejor que he hecho por mí misma en lo que llevo de vida.
Ahora miro a los fumadores con
otros ojos, los veo como personas con la piel gris y cetrina, de mirada triste,
rodeadas por un aureola pálida y marchita, con una vitalidad consumida por el
tabaco y un olor apestoso en su piel (es así de duro, pero los fumadores
reniegan hasta de su propio olor, de parte de su identidad), y aunque parezca
increíble, estos últimos días me he tenido incluso que alejar cuando algún
fumador ha estado excesivamente cerca por no poder soportar el olor.
Dicen que en la vida no hay que
arrepentirse de nada de lo que has hecho, pero admito que estoy arrepentida de
haber fumado durante todos estos años, de haberme maltratado, de vestir mi piel
con color cetrino y dejar que el tabaco me arrancase mi vitalidad. Cada vez que
me viene a la mente un cigarro o llega una ligera ansiedad es tan sencillo como
recordarme a mí misma sumergida en el humo grisáceo y en el vicio mortal. No
quiero volver a ser esa Paloma triste que se humillaba y vejaba a sí misma.