A estas alturas me doy cuenta de que dejar de fumar durante
la mayoría de tiempo se ha convertido más en un placer que en una tortura.
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Fotografía de Frieke Janssens
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Ahora mismo siento que esto es uno de los retos más grandes
que me he propuesto y que además lo estoy consiguiendo (es triste pensar que
dejar de fumar sea más difícil que aguantar trabajos insoportables,
estudiar en la universidad o aprender
idiomas ¡Maldita droga!)
Pasado el periodo de mono más grande me hago varias preguntas:
¿Por qué fui tan
tonta engañándome y me enganché?
¿Por qué no hice caso cuando me dijeron que era malo?
¿Cómo he podido disfrutas consumiendo esta mierda?
Ya han pasado 3 semanas desde que quise desengancharme y
tengo clarísimo que no quiero volver (esto es lo más importante de todo, tener
claro que no quieres volver, porque si no estás perdid@).
Mi chico me dijo
hace tiempo una frase de El Langui que
he repetido en mi cabezota durante todo este tiempo: “A mí no me digas que no
se puede”.
Pues puedo, y voy a seguir sin consumir esta droga que me ha
robado la salud y el aire de mis pulmones durante 10 años de vida.
Os dejo un enlace curioso sobre el tabaco escrito por Luz
Espinosa (@Magdaduduls) en el que habla sobre un
trabajo de la fotógrafa belga Frieke Janssens, y por supuesto os invito también a que reflexionéis
sobre ello y sobre la gran mentira que la publicidad ha inyectado en nuestra sociedad:
¡Aprender a decir NO!
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